San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30, hablando de un reclamante del oficio papal: “Porque, en primer lugar, se demuestra con argumentos de autoridad y por la razón de que el hereje manifiesto es depuesto ‘ipso facto’. El argumento se basa en la autoridad San Pablo (Tito 3, 10), que ordena que evitemos al hereje después de dos advertencias, es decir, después de haber mostrado ser manifiestamente obstinado – lo que significa que es antes de cualquier excomunión o sentencia judicial. Y es por eso que San Jerónimo escribe, agregando que los otros pecadores están excluidos de la Iglesia por la pena de excomunión [ferendae sententiae=proceso formal], pero los herejes, por sus propios actos, se destierran y se separan del cuerpo de Cristo [latae sententiae=excomunión automática
Las pretendidas refutaciones del Sedevacantismo tienen esto en común: Se repiten hasta la saciedad. Es poco probable que los autores de la refutación reconozcan que su posición está ampliamente refutada. Es todavía menos probable que otros no sigan publicando nuevos escritos repitiendo lo que ya está refutado pero de lo que ellos no quieren enterarse.
Por poner unos enlaces traerá aquí loque aparece en la barra del blog sobre las objeciones al sedevacantismo: Objeciones al Sedevacantismo.
Quizás un escrito paradigmático sobre la inconsistencia de las objeciones al Sedevacantismo es el que aparece en el blog La siège est tojours vacant[Véase documento PDF y view Original PDF que es una traducción francesa de dos artículos refutando a Salza abogado de USA, que pretende con argumentos inconsistentes destruir la posición sedevacantista. Como es una esmerada refutación de las teorías de Salza a ellas me remito, sobretodo porque en ella se refutan los argumentos más comunes antisedevacantistas.
Ultimamente en el blog ha habido un comentario, en el post El hábito no hace el monje de nuestro lector y comentarista habitual Don, con un texto que apareció en el blog Syllabus-errorum Sobre el Sedevacantismo pero que originalmente apareció en “Breviario sobre la Hermandad de San Pío X”, Seminario de la Santa Cruz, Australia, 1998.
No tengo inconveniente en reproducir algunos extractos de él pero sugiriendo que el lector vaya al enlace puesto.
Esto puede leerse en el dicho blog:
“Ante el escándalo que supone que un Papa pueda firmar la Dignitatis Humanae, cambiar radicalmente la liturgia de la Misa, codificar una nueva eclesiología, o convertirse a sí mismo en protagonista de un aberrante ecumenismo, algunos han llegado a la conclusión de que los últimos Papas no pueden haber sido verdaderos Papas, o incluso que perdieron su Pontificado a causa de dichos escándalos. Se remiten a las discusiones de los grandes teólogos de la Contrarreforma sobre la pérdida del pontificado (por abdicación, incapacidad, herejía, etc.) y argumentan de la siguiente manera: quien no es miembro de la Iglesia, no puede ser su cabeza; pero un hereje no es miembro de la Iglesia; ahora bien, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II son herejes; luego no son ni miembros ni cabezas de la Iglesia, y por tanto todos sus actos deben ser completamente ignorados.
Pero a su vez, siguiendo el argumento, los mismos escándalos son verdad de todos los obispos diocesanos del mundo, que en consecuencia tampoco son miembros y carecen de autoridad; y la Iglesia Católica debe identificarse sólo con aquellos que no han transigido en su fe y rechazan la comunión con esos “Papas” y “obispos”. Una minoría de éstos elegirá su propio “Papa” (1).
La fuerza del argumento reside en el escándalo real del ímpetu dado por las autoridades conciliares a la “nueva dirección” de la Iglesia; su debilidad, en que no es capaz de probar que ninguna de esas autoridades es formalmente herética.
Hasta aquí no hay nada que objetar, salvo la última falsa apreciación, puesto que el que esto escribe reconoce la situación tal como cualquiera puede apreciarla, pero es falso que no se pueda demostrar la herejía de esas autoridades, que muchos con argumentos imbatibles y evidentes han demostrado. También es falso decir que los sedevacantistas se remitan a las discusiones de los teólogos de la Contrarreforma. En realidad se remiten al magisterio de la Iglesia y a la Tradición unánime de Santos padres, doctores, teólogos de todos los tiempos y no solo de la Contrareforma, y no en el contexto de discusiones sino de afirmaciones tenidas por ciertas e incluso de Fe, por estar en la Escritura y en el Magisterio infalible. En realidad todo este blog es un mentís de lo que pretende el autor del artículo que comentamos.
Sin embargo lo que sigue, intentando probar su afirmación, es una digresión sobre la herejía formal y material sugiriendo que los “papas herejes” sólo serían herejes materiales puesto que en sus herejías no han actuado con pertinacia.
En efecto, se es hereje “material” si se contradice objetivamente lo que Dios ha dicho; se es hereje “formal” si se hace eso pertinazmente, es decir, sabiendo que se está negando la palabra o la voluntad de Dios. Ahora bien, la vía ordinaria con que la Iglesia averigua la pertinacia (y con ella las consecuencias sociales de la herejía profesada: excomunión, pérdida del cargo, etc.) es por medio de admoniciones (2) autorizadas al delincuente y despreciadas por éste (CIC [1917], can. 2314.1).

Sólo advertiré que la distinción del articulista entre sedevacantistas dogmáticos y opinionistas, no tiene sentido desde que un sedevacantismo teológico que fuera mera opinión, obvia las declaraciones dogmáticas como la bula citada, y el sentir unánime de los doctores y de la teología y enseñanzas del magisterio, negando que un hereje pueda ser papa. El sedevacantismo legítimo debe forzosamente ser dogmático puesto que se apoya en la doctrina católica obligatoria.
También tengo que recordar el post fundamental en el blog Una acusación infundada en donde se refutan con brillantez las opiniones sostenidas en el articulo que refutamos sobre los juicios privados con los que llegamos con certeza a la posición sedevacantista.
Por último sólo observar el abuso de la utilización que se hace de argumentos extrínsecos como alegar los peligros y consecuencias pero sin contestar a las intrínsecas objeciones sedevacantistas. Se podrían resumir en el argumento “Sería horrible” que esto pasara luego no pasa. O bien apoyarse en una falsa concepción de la “Iglesia indefectible” sin darse cuenta que se vuelve contra ellos, pues si la Iglesia es indefectible durará sin errores y herejías hasta el fin de los tiempos, y esto sólo puede pasar en aquellos que pese a su número y a su escaso reconocimiento social, (ellos tiene los templos, nosotros la Fe como decía San Basilio, y también San Atanasio) son ellos la verdadera Iglesia, indefectible, incorruptible e infalible.
Los peligros de su posición son evidentes: Unas autoridades heréticas hacen mucho más daño que la ausencia de autoridad en la Iglesia, aunque esto es algo siempre deplorable que debe ser solucionado cuanto antes en cuanto la prudencia lo aconseje.
La posición que sostiene la legitimidad de aquellos a quienes se tiene por herejes está tratada en el magnífico artículo que reproducimos en el post El Hereticismo de Homero Johas, difícilmente rebatible (de hecho nadie lo ha intentado)-
Y la ilegitimidad de la “Resistencia” a los que son tenidos por verdaderos papas está tratada en ¿Es lícito resisir al Papa? Esta actitud de quien resiste a su pastor, es algo inmoral, nunca visto en la Iglesia, y que sumerge a los que la adoptan en un espíritu soberbio de contestación y rebeldía, so capa de hacer el bien. Como dice San Pablo en Ti 3,1 hay que obedecer a los gobernantes. Esas actitudes no caben en el súbdito de un legítimo pastor. El consejo de resistir de San Roberto está dicho no en el contexto de la fe y la disciplina de quien posee legítimamente la autoridad, precisamente por tener una Fe sin fallos, pues en caso contrario la perdería.
Parece un caso bastante elocuente de lo que en España llamamos “tomar el rábano por las hojas”, es decir, considerar un asunto bajo todas sus facetas, menos la esencial, que les daría la clave del problema, que es lo que no quieren, porque si no, quedarían en evidencia.
Esa decisión es infalible, cumple todos y cada uno de los criterios enunciados por el Concilio Vaticano I para las definiciones papales pertenecientes al Magisterio extraordinario, por lo que ningún católico puede pretender que el Papa no quería obligar, o que la Bula está abrogada, etc…Típica maniobra: Reducir un problema teológico a un asunto emocional. No, no es el escándalo lo que nos hace rechazar a los jabalíes conciliares, sino la enseñanza de la Iglesia, de que es imposible que el error tenga entrada en un Papa verdadero, por lo que esos destructores no pueden ser sino impostores.Es totalmente falso que haya que probar que esos son “Herejes formales”. Como dice Pío VI , no se pide a los fieles que tengan don de escrutar las conciencias. Basta con que la herejía se exteriorice, por palabras, obras u omisiones, para que esos fieles tengan la obligación de separarse de esos presuntos pastores, y denunciarlos como los lobos que son. Para ello, como ocurría en el Sínodo de Pistoya, ni siquiera se necesita herejía abierta, sólo la ambigüedad, celada bajo fórmulas aparentemente ortodoxas, es suficiente para calificar a sus autores de herejes, máxime cuando se trata de eclesiásticos, que no pueden alegar ignorancia. La culpa y la pertinacia de ellos se supone, y son los interfectos los que deben probar que son inocentes en el fuero interno, es decir que no sabían que estaban predicando doctrina errónea, lo cual tampoco los libra de las penas merecidas por desatender uno de sus más sagrados deberes, y haber caído en consecuencia en ignorancia crasa, lo que los inhabilita para ser pastores de almas. No decimos que los Papas hayan perdido el cargo, sino que nunca lo han tenido legítimamente, por lo que no pueden perder lo que jamás tuvieron.Por cierto, que es imposible que haya un Papa hereje material, porque el Señor nos ha prometido que su Fe no desfallecería, y que estaban inmunizados contra el error en fe o moral, como lo recoge, entre otros muchos textos, la Confesión del Papa san Hormisdas.En cuanto al episcopado subordinado, y a los cardenales, su adopción de los errores de Vaticano II los pone automáticamente fuera de la Iglesia, sin que pueda quedarles jurisdicción alguna.
Es absolutamente ridículo ir hablando de la mentalidad liberal de Pablo VI, o de que ya no pueden entender la diferencia entre verdad y error, para pretender que son sólo herejes materiales, “Williamson style”.
No es eso lo que debe acreditarse; sólo su cisma/herejía públicos, debidamente manifestado, como dice Pablo IV, por confesión del interesado, in fraganti, o convencido por sus palabras, obras y omisiones es más que suficiente para concluir con toda certeza que es imposible que sean Papas.
El más o el menos no altera la indefectibilidad de la Iglesia. Y pensando en esa objeción, Paulo IV ya precisa que por mucho tiempo que dure la usurpación del trono petrino, esa ocupación no da ningún derecho absolutamente a nadie. Lo cual supone que es posible quedar mucho tiempo sin un titular, perseverando no obstante los derechos de la Sede, así como de las demás sedes episcopales.
Y si quieren vínculos externos y visibles, ¿Qué más quieren que la Profesión (externa, por lo tanto) de la fe íntegra, la celebración del culto tradicional, y el rechazo a los pastores ilegítimos, mientras están sujetos de corazón a la Sede Romana, y a los pastores legítimos que vengan?
¿Quién ha dicho que la Iglesia deba sujetarse a lo que ellos llaman “Disciplina ordinaria”, precisamente cuando se encuentran en una situación por completo extraordinaria? No es desde luego lo que supone Pablo IV, sino que manda que los usurpadores sean expulsados, incluso por las armas.
No quedando a día de hoy ningún prelado dotado de jurisdicción, el derecho/deber de elegir ha pasado al nivel más bajo de la “cadena de mando”, por decirlo así.
Son los fieles (sacerdotes o no) que cumplen los tres criterios reseñados más arriba (y entre los cuales no se encuentran los adherentes a la FSSPX) los que tendrán la obligación, cuando las circunstancias lo permitan, de elegir a un nuevo Papa.
Y para los que hayan olvidado, el derecho vigente prevé la posibilidad de elección por cuasi-inspiración, que Dios puede suscitar lo mismo entre 50 cardenales, que entre 50 millones de católicos dignos de ese nombre.
“In cauda venenum” Por fin enseñan los colores, y quieren convencernos de que el sedevacantismo, totalmente desfigurado por su falaz presentación, no es más que una opinión basada sobre ciertos muy discutibles textos de teólogos de la Contrarreforma.
Cuando lo cierto es que se basa en la enseñanza infalible de la Iglesia por boca de sus Papas, y en obedecer las órdenes que para una situación como ésta nos han sido dadas por los mismos.
Claro que para las mentalidades galicanas y jansenistas capaces de escribir tales panfletos, esto debe sin duda de significar muy poco, ¿Verdad?
S
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El trato a los creyentes de las iglesias no católicas no ha sido mejor. En la Instrucción Dominus Iesus (año 2000), siendo prefecto de la CDF, Ratzinger volvió al excluyente principio “fuera de Cristo y de la Iglesia no hay salvación”. Ya como Papa, en un documento de julio de 2007 negó a las comunidades cristianas de la Reforma la consideración de Iglesia y calificó a las Iglesias Ortodoxas como Iglesia imperfecta por no reconocer el primado del papa. Aprovechando las tensiones dentro de la Iglesia Anglicana, Benedicto XVI se ha atrevido a pescar en los caladeros de la dicha Iglesia y ha abierto las puertas del catolicismo a obispos, sacerdotes y fieles tradicionalistas disconformes con el matrimonio homosexual y la ordenación, ha admitido a sacerdotes anglicanos casados, quienes siguen ejerciendo el ministerio sin renunciar al matrimonio.
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Siendo esto así, ¿podemos asociarnos (5) con ellos? Con aquellos que aceptan el sedevacantismo sólo como una opinión teológica, sí; con aquellos que lo consideran una certeza teológica, y si no hay más remedio y puede hacerse sin ser presionados a pensar como ellos, sí (si no, no); con quienes sostienen que es una verdad de fe, no; con quienes han nombrado su propio “papa”, definitivamente no”.
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